Sunday, December 26, 2010

La lengua entre el morrón y el chile


Hoy estuve pensando en el verbo enchilar. Un verbo que jamás había oído ni usado antes de vivir en El Paso. ¡Qué maravilla de verbo! En realidad el verbo es enchilarse, porque siempre que lo he oído o usado es en el modo reflexivo: se enchiló, me enchilé, etc. Justamente este modo reflexivo lo hace más interesante, porque a pesar de que es por el chile (o ají) que uno siente que el picante lo sobrepasa, cuando digo “me enchilé”, asumo la responsabilidad del haber comido el chile. Responsabilidad compartida digamos.

Supongo que en Uruguay la gente no se enchila, porque la comida no es picante, o si se enchilan reaccionan diferente. Y nuevamente el lenguaje es el que nos dice qué pensamos los uruguayos del picante: En Uruguay y otros países, a una variedad de chile bien picante se la llama ají putaparió. Otra maravilla del lenguaje.

En un poema, “El carnaval más largo del mundo”, escribo que: “Un ají putaparió para poder maldecir / es mejor comerlo en el cono sur / se traduce la picardía en la lengua”. Pero viviendo en El Paso, aprendo que la picardía en la lengua la encuentro con otras palabras también, de otras formas –distintas pero tan espectaculares.

Tuesday, November 23, 2010

De a pedazos


Estoy usando el papelito donde anoté 12 de diciembre—el día en el que serán los “shloishim” (en el judaísmo, los 30 días de duelo después de una muerte) de mi padre. En realidad el 8 de diciembre se cumpliría un mes, aunque 30 días, shloshim, serían el 1ero de diciembre. Ese papelito con 12 de diciembre escrito en tinta roja lo estoy usando de marcador en un libro que estoy releyendo. Es justo un libro sobre un niño que pierde a su padre en el 9/11 (el 11 de set., 2001).
 Es de causalidad que estoy usando ese papelito. Tengo muchos marca libros y sin embargo, siempre termino usando un papelito, un pedazo de algo. Este papelito en particular no es cualquier papelito. Tal vez ni siquiera sea casualidad que lo esté usando ahora, para esto.
La tesis que voy a defender este 7 de diciembre es justamente un libro de poesía donde investigo la memoria en sus diferentes aspectos y caras. La memoria siempre empieza con pedazos y de ahí se arma el recuerdo.
Estoy armada con pedazos que me vienen a la cabeza todo el tiempo, en momentos que nada que ver, en momentos que todo que ver. Son armas para lidiar con la pérdida y es precisamente por esto que son armas para armar también. Para construir.

Tuesday, November 16, 2010

Dolor

No basta decir que algo me duele. Estoy doliendo. Duelo.

Tuesday, October 26, 2010

La bilirrubina

Una de las primeras veces que dije la palabra “bilirrubina” fue al cantar la canción de Juan Luis Guerra. Es una canción de mal de amores y no le di más importancia a la palabra más allá de que me gustaba cómo sonaba, me gustaba pensar que había algo que subía cuando el amor no era correspondido.

Hoy la palabra bilirrubina la asocio con otras cosas—específicamente con enfermedad. Y ahora sé que si te sube la bilirrubina, te ponés amarillo. Aprendí también que los valores normales de la bilirrubina en el cuerpo son de 0,3 a 1 mg/dl;  y ahora sé perfectamente qué pasa cuando el valor de la bilirrubina en tu cuerpo es de 10: tu piel se vuelve amarilla. Esto es la ictericia—una palabra que me recuerda mucho a la histeria, no sólo por su sonido sino porque mientras mi padre padece de ictericia, yo de “histericia”, ya que me han subido los niveles de angustia y ansiedad.

Hoy busqué en internet cómo se pronunciaba bilirrubina en inglés: bilirubin. \ˌbi-li-ˈrü-bən, ˈbi-li-ˌ\ Cuando escuché la pronunciación, pensé que el inglés me estaba tomando el pelo, porque parece que dijera: bili Ruben (el nombre de mi padre). Me sorprendí y volví a hacer click donde decía "Listen to the audio pronounciation again". Hice click tantas veces que pude disfrutar del humor del lenguaje.

No hay amor que cure la bilirrubina alta, como lo supone la canción “La bilirrubina” de Juan Luis Guerra. Lamentablemente no se cura así.

Tuesday, September 21, 2010

Hoy empieza algo


Hoy es 21 de setiembre (sí, sin P. En Uruguay se escribe sin P) y empieza el otoño acá en el hemisferio norte. Pero sé que en este mismo día, empieza la primavera en el hemisferio sur. 

Me pregunto qué pensará mi cuerpo. ¿Sentirá el brotar de flores, olor a pasto bien verde, y la insistencia de que algo bueno está por pasar en cada baldosa de la calle? O ¿sentirá el cambio de colores, el terminar de algo, el ritmo armándose en vaivenes de hojas cayendo? No sé. Pero voy a estar atenta.

Tal vez sea el otoño que viene para mí, tal vez sea la primavera. Tal vez sean los dos.

Sunday, August 22, 2010

Volver es tener todo revuelto


Esta es la primera vez en 12 años que vivo fuera de Uruguay que vuelvo de visitar a mi familia en Montevideo y siento saudades, געגועים. Y tengo que usar estas palabras, en portugués y hebreo, porque no encuentro un equivalente ni en español ni en inglés.

No me preocupa el no poder encontrar la palabra justa en español o inglés, porque precisamente saudades y געגועים aluden a un desencuentro. Tratan de una falta, una pérdida, una añoranza. Es decir, que no se trata de lo exacto, de lo cierto. Saudades y  געגועים hablan de algo abierto, que se escapa.

Si pueden imaginarse el tablero de un tiro al blanco abierto en una punta, los círculos concéntricos que no se cierran perfectamente y el dardo en constante desvío, entonces tendrán una idea de lo que estoy tratando de explicar.

No es sólo que extraño, aunque también, esta palabra me viene al pelo porque parte de estas saudades y געגועים  me hacen sentir extraña en un lugar donde tendría que ser hogar y cotidiano (y por lugar entiéndase lugar físico, mi casa, mi cuerpo, o lugar emocional, un balance, harmonía).

Otra aspecto de estas dos palabras es que en los dos idiomas están en plural. Esto alude a la multiplicidad de formas de sentir saudades y געגועים , a los diferentes aspectos, a las diferentes razones por la que esas palabras me vienen a la boca. Hablando de este plural, no es casualidad que busqué dos palabras y no una para escribir de lo que siento.

Sunday, July 11, 2010

Colores


Veo colores. Para casi todos es así. Sin embargo, no siempre estoy consciente de los colores. 

Desde que llegué a El Paso, Texas, hace unos casi tres años, empecé a pensar en una parte de mi identidad que antes no había pensado, que había tomado por sentado: el color de mi piel. Soy de piel blanca, tan blanca que la gente se sorprende cuando me da la mano y ve el contraste entre mi piel y la suya, tan blanca que siempre hay alguien que me dice que tome sol, tan blanca que el otro día sacaron una foto de unos amigos y yo y cuando la fui a mirar en la pantallita de la cámara digital, parecía que me había robado la atención del flash. Y no lo digo ni con orgullo ni con vergüenza, lo digo porque es un hecho. Si me miro, así soy, blanca.

Digo que acá en El Paso comencé a pensar sobre mi color de piel porque en Estados Unidos es todo un tema a qué categoría étnica uno pertenece. Pero, a pesar de que la etnia va mucho más allá que el color de piel, y tiene que ver más bien con la raza, la cultura, la religión, la lengua, y las afinidades, acá y para muchos, la etnia parece empezar y terminar con el tono del envoltorio. Como si la piel fuera evidencia de toda nuestra identidad, como si fuera el resumen de ella, como si fuera testigo de todo lo que somos. No lo es. Mismo que no, posta que no.

Acá, en la frontera, donde todo parece estar dividido en sólo dos, alguien como yo no tiene otra que pensar y repensar quién es. No soy parte del grupo que es mexicano o de descendencia mexicana, ni soy parte del grupo estadounidense blanco. No quiero ser parte de ninguno. Esa no soy yo. Sin embargo, comparto cosas con los dos grupos. Soy latina, en el sentido que nací y crecí en Uruguay (Suramérica), hablo español como los hispanics, pero me veo blanca porque mi piel es de ese tono y parezco ser gringa.

Solamente por el color de mi piel, en los restaurantes en El Paso donde el o la mesero/a son hispanoparlantes, a mí me hablan en inglés, y aunque yo conteste en español, como para avisar que soy latina, me insisten en hablar en inglés. ¿Será que el acento uruguayo no les parece suficientemente auténtico? ¿Será que piensan que soy una gringa que estoy haciendo un esfuerzo por hablar español? ¿Será toman por sentado que estoy hablando inglés sólo porque me ven “güera” (que aunque el diccionario dice que quiere decir “persona con cabellos rubios”, acá es cualquier persona que tenga piel blanca, sea rubio o no, y  que tenga ojos claros)? o será que como me dijo un chico una vez en la universidad: “You’re too white to speak Spanish”?

Yo estaba en mi oficina y vino un alumno (ese semestre estaba enseñando español) con un amigo. A mis alumnos de español les hablo en español, a mis alumnos de portugués les hablo portugués. Así que este caso no fue excepción. A mi alumno le hablé español. Cuando se estaban por ir, el amigo de mi alumno me dijo eso, que era muy blanca para hablar español. Yo quedé sorprendida, no porque no me haya encontrado antes con esa resistencia a que alguien blanco hable español o que sea de América Latina. Sentí su comentario como una agresión, como que me estaba desafiando, como que me decía que yo no pertenecía al grupo de hispanos. No sé qué le contesté. Fue hace como dos años. No me acuerdo, pero creo que, conociéndome, y sabiendo que soy lenta, para todo (en este caso para las reacciones), no habré dicho grandes cosas.

Lo cierto es que la palabra blanca no me identifica. Lo cierto es que la palabra hispana no me gusta y no me identifica. Hispana tiene que ver con España, es reductor a esa parte de la historia, a la colonización. Lo cierto es que la palabra Latina me gusta mucho más, aunque tampoco me termino de identificar con ella. Es que no soy ni la típica latina, ni la típica uruguaya, ni gringa, ni la típica blanca, ni nada. Mi identidad corre por la pluralidad de palabras porque una no basta, no alcanza, no es suficiente, no abarca todo lo que uno es. Además que entiendo que mi identidad está en flujo constante: las palabras se siguen agregando, siguen dimensionándome. Y no estoy dispuesta a tener que ser la representante de nada, ni que me excluyan de ningún grupo sólo porque no conformo con absolutamente todos los “requisitos” de éste. Yo quiero elegir, seleccionar, continuar creciendo y siendo.

Saturday, June 5, 2010

Llamar al agua por su nombre está disponible en AMAZON, y por supuesto que también lo está a través de Mouthfeel Press: http://www.mouthfeelpress.com/Books.html

Los invito a leer el libro.


Monday, May 31, 2010

Trabajo

Justo hoy que estoy en plenas vacaciones decido hablar del trabajo. Sí, justamente hoy, porque a pesar de estar de vacaciones de mi trabajo que me da salario, sigo trabajando. Quiero decir, y a esto me refiero cuando a algunos de Uds. les digo por chat o por email: “bueno, sigo trabajando”, que sigo escribiendo. Escribir es mi trabajo.
            Muchos asocian trabajo con algo que deben hacer para obtener un sueldo y así comer, pagar el alquiler, etc. Ven el trabajo como una obligación y por ende toman por sentado que a nadie le gusta trabajar. A mí sí me encanta trabajar. Me encanta escribir, pensar, editar. Ese es el trabajo que más me gusta. Ese es un trabajo que no me da de comer, es un trabajo que nadie me obliga a hacerlo, es un trabajo del cual no hay vacaciones. Porque además, es un trabajo al cual el escritor se obliga y se compromete a encontrarle un espacio, porque muchas veces tantas cosas nos pueden distraer o no “dejar tiempo” para eso: estudios, trabajo remunerado, familia, ir al supermercado, lavar la ropa, cocinar, etc.
            Lo llamo trabajo porque lo es, y acá van unas definiciones de la RAE que lo explican bien:
·         Ocuparse en cualquier actividad física o intelectual.
·         Ejercer determinada profesión u oficio.
·         Intentar conseguir algo, generalmente con esfuerzo.
·        Aplicarse o dedicarse con esfuerzo a la realización de algo.
Creo que esto lo dice todo. Lo que no dice es el placer que da, a pesar de que te saque canas a veces, y no sea una tarea fácil.
            He trabajado (me refiero a trabajos remunerados) en muchas cosas en mi vida: trabajé en una plantación de bananas; trabajé de babysitter, trabajé de secretaria; hice traducciones; edité artículos, ensayos, poemas, cuentos; trabajé escribiendo transcripciones, trabajé de mesera, trabajé en una librería, trabajé como representante de servicio al cliente, y ahora trabajo de profesora en la universidad. Y la verdad es que todos mis trabajos, por una razón u otra, me han dado y/o me dan gratificación. Cuando un trabajo me deja de gustar, busco otra cosa.
            Mi trabajo de escribir lo he ejercido desde que tengo como 10 años. Cuando tenía 10 años no lo tomaba como trabajo. Escribía, sí, pero era diferente. Recién después de los 20 lo empecé a tomar más en serio, a darme cuenta que ese era mi trabajo de verdad.
            Sin embargo, lo que no admito es que venga otro escritor y se crea que porque él o ella ejerce su trabajo con determinada disciplina, los demás tengamos que seguir la misma. Hay gente que trabaja mejor a las 5am, otros trabajan mejor de noche, otros trabajan todos los días, otros prefieren día por medio. Sea lo que sea, cada uno tiene que encontrar su ritmo, su horario, su espacio, y sin imponerse sobre los demás.
            Bueno, sigo trabajando.

Tuesday, May 11, 2010

Llamar al agua por su nombre en Juárez

Me gustaría invitarlos a todos a la presentación de Llamar al agua por su nombre  en Ciudad Juárez, México.

Será en la Cafebrería S Y L a las 7pm.

¡Nos vemos allá!




Wednesday, April 28, 2010

Llamar al agua por su nombre

      Sí, Llamar al agua por su nombre fue publicado. La presentación del libro en El Paso, Texas (EEUU) fue el 23 de abril, 2010. Y la pasé espectacular.
      Tenía miedo de estar nerviosa ese día, de que me tiemble la voz mientras leía los poemas. Pero no fue así. Estaba rodeada de gente que me había ido a apoyar, que me tiraba buenitas ondas. Me sentí muy querida, y eso, junto con que estaba feliz por mi libro me tranquilizó.
     El evento empezó con un músico impresionante, Ricardo Valencia, que tocó desde Bossanova hasta música española, y si no hubiera sido porque sabía que iba a leer en público un ratito después, su música me hubiera inspirado para escribir algo. Sentía un poema queriéndose formar en mis tripas. Ojalá lo pueda vovler a escuchar tocar a Ricardo Valencia. Realmente hermoso. Después, Roberto Santos leyó 3 poemas. Roberto empezó el MFA en Creación Literaria conmigo, fuimos compañeros de clase, coeditores de la Río Grande Review, colegas (los dos poetas). En otras palabras, un gran recorrido juntos. Roberto es increíble leyendo su poesía; es un performer. Fue un placer escucharlo. Después de él leí yo. Leí del libro, Llamar al agua por su nombre. Y creo que no me tembló la voz.
Lo mejor de todo es que disfruté mucho de esa leída. Tener ese libro tan lindo entre mis manos (lo diseñó mi hermano, Alejandro Cesarco), leer mis poemas, darles voz. Fue todo una experiencia.
     Después de leer, empezó la "recepción", con comidita, y yo firmando libros y siendo abrazada y abrazando a tanta gente linda con tanto warmth todo que no quería que se acabara esa noche.

     Muchas gracias a todos por su apoyo.

    Me encantaría que lean Llamar al agua por su nombre, y ojalá lo disfruten tanto como yo difruté escribiéndolo.
     Pueden comprar el libro a través del link de la editorial, Mouthfeel Press:
http://www.mouthfeelpress.com/OurBooks.html

¡Viva la poesía!



Friday, April 16, 2010

Presentación de mi libro!

El viernes 23 de abril es el lanzamiento de mi libro.
Aprovechando el mes de la poesía, voy a presentar mi primer libro: Llamar al agua por su nombre.

Los espero para celebrar juntos.



Sunday, March 28, 2010

Vientos en el desierto

Los vientos de este desierto pueden ser fastidiosos porque cargan con arena y polvo que siento entre los dientes aunque me haya asegurado de cerrar la boca. Es una textura a la que no estoy acostumbrada a pesar de conocer el desierto hace más de 10 años. Mis ojos pestañean sin parar para contrarrestar la invasión de polvo. Cuando me paso la mano por el pelo percibo una playa asentada en mi cabeza. También huelo polvo. Sin embargo, me gustan estos vientos del desierto.
Me hacen acordar a los hamsin en Jerusalén. Esos vientos secos, calurosos, llenos de polvo. Vientos que, como los de este desierto, tiñen todo de un color naranjizo, amarillento. Todo se ve diferente durante el hamsin y durante estos vientos polvorientos de El Paso. Ni la ciudad, ni las actividades que uno hace son iguales. Estos vientos cambian todo. Remueven mucho más que el polvo.
El viento es transparente. No se lo puede ver. Lo que sí veo es las ramas que mueve, mi pelo en la cara, siento su resistencia cuando camino con el viento en contra. Pero verlo, así, con los ojos, no. No se puede; aunque los que vivimos en el desierto sí podemos verlo de vez en cuando. Somos privilegiados. Lo vemos cuando el polvo colorea el viento, cuando marca el camino que recorre, cuando el polvo está suspendido en el aire, amarrándose a ese viento, pintándolo. Justamente por eso me gusta la polvareda cuando se mueve.

Tuesday, March 9, 2010

A propósito del día de la mujer

Hace poco alguien me preguntó qué es lo que me hace ser mujer. Es difícil contestar esa pregunta. Ser mujer no es algo que se pueda reducir a un factor común o a un estereotipo. Ser mujer es más complejo que sólo género. Además que hay millones de formas distintas de ser mujer; tantas formas como mujeres.
            Sin embargo, si uno tiene que empezar a contestar la pregunta por alguna punta, y por lo general es por lo de afuera, por lo más obvio, se podría decir que el cuerpo de la mujer, con senos y formas, es parte de lo que nos hace ser mujeres. Pero enseguida pienso en las mujeres que han tenido cáncer de mama, o que por alguna que otra razón les tienen que sacar las mamas. Esas mujeres son mujeres, tan mujeres como cualquier mujer. Entonces entiendo que el cuerpo es así, cambiante.
Cambia con la edad, cambia con el cáncer, cambia con el sol, cambia con lo que tenemos heredado, cambia con lo que comemos, cambia, como parte de nosotros. Con cada cambio, no sólo los cambios corporales sino en general, nos volvemos a pensar y nos volvemos a ver, a definir. En este diálogo sobre cómo nos vemos y qué vemos es donde entra el lenguaje, porque es a través de él que nos pensamos y lo articulamos. Es con el lenguaje que dialogamos. 
Me doy cuenta que los cambios más grandes que me ocurren como mujer son los que están dados desde ahí, desde el lenguaje que uso para hablar de mí. Desde ahí me armo, desde ahí soy mujer.

Sunday, February 21, 2010

Fueguito


Un fueguito, o mejor dicho, un fogonazo es lo que me vino en el labio hace como 10 días. Otra gente lo llama de herpes. Pero para mí la palabra fuego representa mejor al grémlin que se está yendo pero tan lentamente que a veces hasta pienso que siempre estuvo ahí y que no se irá jamás.

Esas ansias que tengo de recuperar mi labio son tan fuertes que sirven para contrarrestar el olvido de que el fueguito no es lo normal, que ese fueguito está overstaying his welcome, aunque la verdad es que yo nunca le di la bienvenida. O tal vez sí.

Tal vez sí lo llamé, para que me queme, para que me obligue a concentrarme en él y no en otras cosas que tal vez duelen más que el fuego, que tal vez queman más e incluso cicatrizan más despacio todavía.

Pero sigo pensando: gracias, pero no gracias. Porque ese fuego se implantó en mi labio, en mi boca, que uso para hablar, para decir lo que tengo que decir, para dar a conocer mi voz. Y justamente, no quiero que nadie me calle, que nadie me imponga lo qué decir. No quiero concentrarme tanto en otra cosa en otra persona que me olvide de mí. Así que a este fueguito le digo que no, que no venga más, que se vaya, porque a mi voz no la va a quemar, no va a lograr que me olvide de ella, de mí, por concentrarme en él.

He dicho.

Saturday, January 30, 2010

Fotos y secretos

“Like a photograph, she cannot say what she lets me see. She is an embodied secret.”

Esto es de un libro que estoy leyendo, pero quiero atreverme a sacar esta oración del contexto y leerla así, sola. 

Y claro que no queda sola por mucho tiempo porque enseguida se ata y se mezcla con un montón de otras cosas, como por ejemplo, esa caja de zapatos llena de fotos que tienen mis abuelos maternos en su casa.

Vuelvo a esa caja obsesivamente cada vez que voy a su casa. Cada vez me subo a la escalerita y la bajo de su lugar, en un ropero, en un estante bien alto. La llevo conmigo a la mesa de la sala donde están sentados mis abuelos. Ellos ya saben que a mí me gusta hacer eso, que me gusta abrir esa caja, me gusta investigar esas fotos. Lo que más me gusta, sin embargo, son las historias que ellos me cuentan, las que vienen atadas a cada foto, o las historias que lamentablemente no tienen una foto que los represente, los ilustre.

Suena más fácil de lo que es. Uno se pensaría que le muestro la foto a mis abuelos y ellos enseguida empiezan a hablar, a contar. Pero no. Tal vez empiecen a contarme algo, pero tal vez termine rápido, como eso captions demasiado cortos que nos dejan con ganas de más.

Como dice la frase que encabeza este post, las fotos me dejan ver cosas que mis abuelos no me pueden decir, o que por lo menos, no me lo van a decir sin que yo los ayude a hilvanar. Tengo que mirarlas bien, las expresiones, los ojos de las personas, los detalles. Tengo que mirarlas bien para saber qué preguntar y cómo.

El detalle, por ejemplo, de que la foto del casamiento de mis abuelos no muestra los pies de mi abuela. Un detalle, pero que si no hubiera preguntado por él, no sabría hoy que fue a propósito esa toma, porque así no se veía que mi abuela no tenía zapatos de novia.

Mis abuelos son “embodied secrets”, hay tanto más que me gustaría saber de ellos. Con ellos estoy aprendiendo a mirar, saber mirar para poder escuchar.

Thursday, January 21, 2010

El vino no viene en botella


A mí en realidad no me gusta el vino y menos el vino tinto. Pero ¿cómo resistirme a hablar de él cuando tiene un color tan voluminoso, con tanta personalidad? Ni que hablar de esos nombres deliciosos que tienen: Tannat, Malbec, Shiraz, Pinot Noir, para mencionar algunos nomás.

No sé hablar sobre el cuerpo de tal o cual vino, o el aroma frutal, o el dejo a madera en la lengua después que pasa el vino por la boca. Lo que sí puedo decir es que disfruto tener a estos vinos en mi lengua, pero de otra manera—me gusta saborear sus letras, cada uva por separado, o comerme el racimo entero en la palabra. Hoy por ejemplo estaba chateando con un amigo y de la nada puse en la ventanita del chat: Malbec. Lo quería decir, tenía esa necesidad terrible de degustar esa palabra, esa pronunciación, esos movimientos y ver de qué cepa salía.

A veces me pregunto por qué no me gusta el vino. Nunca llegué a una conclusión. Pero hoy, hoy volví a pensar en el vino, volví a tenerlo en el paladar, y fue ahí que entendí o creí comenzar a entender mi antipatía. Hay tanto más allá de lo que uno se traga del vino. Está todo el proceso que viene detrás, y que para mí no se desprende del todo del producto final. Está ese dejo, que tal vez algunos lo llaman de dejo frutal, o lo que sea, pero para mí, es el dejo a la historia a todo el bagaje con el que carga una copa o una botella de vino.

Los que me conocen saben que soy de hacer mil preguntas, que no paro, que una respuesta de alguien me lleva a preguntar otra cosa y otra y otra. Creo que con el vino me pasa lo mismo, todavía estoy preguntando, estoy digamos, conociéndolo, y no quiero que desaparezca en mi boca, quiero entenderlo.

Esto también tiene que ver con mi aversión a las etiquetas, los rótulos que la gente insiste en ponerle a las personas para tratar de definirlas, abarcarlas. Esa etiqueta que viene en los vinos, la que me dice que este vino es Tannat u otro, es  un papelito plano, chato. No se puede reducir a tanta cosa en un simple papel sin cuerpo. El vino es todo un proceso, cambia, interactúa, y un rótulo colocado una vez, no es una fiel traducción a toda una entidad.

Sunday, January 17, 2010

It's all about the water

Sí, se trata del agua. El agua que es esencial a nuestro cuerpo porque estamos formados mayormente por agua y porque necesitamos agua para sobrevivir. Pero el tema agua va mucho más allá de esta composición humana. Todo gira alrededor del agua, aunque pensemos que el eje de una cuestión está en otra parte, creo que si miramos bien, vamos a ver al agua como protagonista o por lo menos como uno de los personajes principales.

Veo el agua en la política, y para citar un ejemplo más concreto, en el conflicto árabe-israelí: ¿quién tiene el control sobre las fuentes de agua y el suministro de la misma? ¿quién decide hasta cuántos kilómetros mar adentro pueden entrar los pescadores de Gaza? ¿a cuánta agua, si alguna, tienen acceso las personas para higiene, agricultura, ganadería, etc.?

Veo el tema del agua en los desastres naturales, como el tsunami de diciembre del 2004 que azotó las costas de países como Indonesia y Tailandia, entre otros. Y hablando de desastres, el tema del agua está muy vinculado a la ecología, y lo que pasa con la vida marina, los ecosistemas del mar, las especies en vías de extinción. También está presente el agua en el derretir de los polos y el calentamiento global.

El agua está presente en las lágrimas que lloro cuando estoy triste y también en las lágrimas que salen cuando me emociono o cuando me río mucho. Podría ver esto como un mismo cuerpo de agua que se activa con causas diferentes. La complejidad de las lágrimas aumenta si pienso que éstas también lubrican y limpian mis ojos.

El agua es compleja, tiene muchas caras. Está en el río, en el mar, en ese paisaje de la costa que se funde en playa, que se agita en rocas. Esa misma agua que da vaivenes tranquilos, olas de surf, corrientes más o menos apuradas, esa misma agua que está en postales de lugares diferentes, el agua que cambia de color según qué agua sea.

Podría seguir ad eternum enumerando dónde encuentro el agua, porque la encuentro en todos lados, adentro, afuera, en todas sus formas, olores, colores, gustos. Pienso el agua, la tengo presente, la escribo. Es parte de mi vida, es parte de mi primer libro.

Saturday, January 9, 2010

En la frontera

Mucha gente me pregunta si me gusta vivir en El Paso. Lo hacen ya convencidos de que voy a decir que no. Piensan que me gustaría estar en otra ciudad, pero que bueh...caí acá. Después se sorprenden cuando digo que me encanta vivir en El Paso.

Sí, me encanta (literal y metafóricamente) y la principal razón por la que me gusta tanto es porque es una ciudad fronteriza. Vivo en la frontera entre dos ciudades, entre dos países, entre dos culturas. Para un poeta, la frontera es uno de los lugares más interesantes para estar, porque es justamente en la frontera donde pasan cosas bien cautivantes con los idiomas --en este caso, con el español y el inglés.

Es en la frontera y cómo se manejan, hablan, y viven estos dos idiomas que me recuerda que el idioma es la materia prima con la que trabajo, pienso. Viviendo en la frontera no hay forma de tomar la lengua por sentado. Vivir en la frontera me hace recordar todos los días que soy poeta.

Tal vez esta frontera sea un reflejo del bilingüismo. Ser bilingüe también me ha permitido mirar a los idiomas con los que trabajo. Mirarlos desde adentro y desde afuera. Me ha dado una flexibilidad, y hasta me talla el sentido del humor.